De tu propia patria, eterno turista;
en rugiente y pesada máquina montado,
con el bello paisaje deleitas la vista
de alba brillante y ocaso anaranjado
Hombre de dura, vivaz y atenta mirada;
tu forzado uniforme... viejo pantalón,
tu camisa... de aceite y grasa manchada,
tu posada... el alto camarote del camión
Giras y esparces tu vida y tu ciencia,
dentro de pequeño volante circular;
tu virtud ... tediosa y larga paciencia,
tu pena... infinita soledad particular
En ese transitar de huecos, piedras y barro,
transcurre el azar de tu dura jornada;
entre el metal, pernos y gomas de tu carro,
conduces tu alma a la meta de la nada
Cual cometa que vuela al ras de la tierra,
surcas las amplias planicies y delgadas veredas.
Y desde el cálido llano hasta la helada sierra,
dejas atrás amores fugaces, sueños y polvaredas
Más allá de tu estela, postrero siempre queda,
el calor de hogar que eternamente añoras;
al final trazado debe llegar tu carga que rueda,
sin importar las semanas, los días ni las horas
Con el bajo sonido de bramante bocina,
anuncias tu presencia rauda y mágica;
pues, en cada curva y en cada esquina,
espera el peligro de fatalidad trágica
¡Prudencia...! Puede que un día o una noche,
en esos raros avatares que guarda el destino,
las trillas del ciempiés de tu enorme coche,
no dejen ya sus huellas sobre el frío camino
martes, 11 de septiembre de 2007
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