En el Oriente fue el amanecer…
Sueño de un año y un día
en el trópico del placer…
Ocaso en el valle de la lejanía…
¡Dulce Pecado!
Desde el día que arranqué el fruto de tu huerta,
el veneno de tu amor inyectaste en el alma mía;
quimera es el encuentro y tan insufrible la lejanía
que no teniéndote, es como si estuvieras muerta
Tu exquisita sangre en mi sangre se desboca;
y es que de cada glóbulo te hiciste la dueña.
Es en noches de vigilia que mi mente sueña,
con beber la dulce miel de tu exquisita boca
Allí donde te encuentres, en abismal separación,
sabrás que tu bello nombre en mi memoria guardo;
pues, desde aquí tendrás al fanático y loco bardo,
tallándote inagotable en la letra de una canción
No habrá tiempo, ni claustro, ni mar, ni sierra
que contenga mi libertad de soñar contigo;
y será la postrera hora aquella muda testigo,
de que no dejaré de amarte ni debajo la tierra
Y cuando nos conduzcan ante el divino hado,
tendrán que juzgarnos por el crimen de amar;
y si por nuestra falta con algo hay que pagar,
deberá bastar mi alma para purificar el pecado
viernes, 7 de septiembre de 2007
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