jueves, 26 de febrero de 2009

FELICIDAES HIJA MÍA



A mi hija, con mi más grande cariño y amor,
en sus 16 años…

Cuyo estilo tan particular, me recuerda a mi propia adolescencia…

Recuerdo aquel día paseándome los pasillos
mientras dabas trabajo de parto a tu madre;
no me acompañaba pariente ni compadre
y en la casa había olvidado los cigarrillos…

De pronto, ya siendo la hora, oí tus bríos
que anunciaban al mundo tu llegada ruidosa.
¿Tendrías de tu madre la mirada candorosa
o la picardía y frialdad de los ojos míos?

Vino ante mí la impersonal enfermera tuya
que en el nido de sus brazos te traía izada,
y con una sonrisa que parecía algo forzada,
díjome: ¡Hela aquí… ésta es la hija suya!

¡Santo Dios!... ¡Cuán grande fue la impresión!
Allí sobre tus ojos muchos pelos rebalsaban;
en pómulos y frente fieros los vellos rebosaban.
¡Hasta parecías de un peluche la reencarnación!

En incubadora te metieron, estabas muy fría,
toda arrugada y de contundente color morado
tiritabas como aquella hoja seca en otoñal prado.
Con tanto pelo ¿Cómo helada te sentías niña mía?

Hoy alta espiga y como yo, una espina pareces;
y en tus pupilas refulge toda la inteligencia mía…
Pues, has sido hecha con el molde de mi anatomía
y con el barro, que en ti fue aumentado con creces

Si antes fea pata, pues hoy elegante cisne bella;
dieciséis octubres de allí a hoy ya han pasado…
¿Qué si eres hija mía? ¿Acaso no está bien notado?
¡Si hasta tu linda nariz, junto a mi nariz destella!

No lo demuestro, pero eres mi orgullo y mi alegría,
así no tengas el arte del peinado sobre tu cabeza.
Más, cuando cierre mis ojos la muerte con presteza,
sabré que prolongare mi vida en una linda hija mía.

Octubre 25 de 2005
La Llajta - Bolivia

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